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En este ensayo de entradas múltiples, que pasa por instalaciones artísticas, revueltas políticas, diseño de moda, arquitectura, danza, autismo, patrones climáticos, y hasta una estación de tren en hora pico, la filósofa y artista Erin Manning busca desarmar las formas establecidas de percepción y pensamiento para cultivar el valor experimental y creativo de lo incipiente, lo esbozado, lo precario, lo que está en proceso y solo existe relacionalmente.

El gesto menor es el nombre de esa incipiencia precaria que produce una variación, una diferencia, un giro en la experiencia. Está entonces en todas partes, todo el tiempo. No pertenece a un cuerpo ya formado y separado del ambiente, no es individual, intencional y volitivo, no es del pensamiento ni del movimiento separados, antecede a la frontera entre lo humano y lo no humano. Por eso es menor, casi imperceptible.

Por eso su principal aliada es la percepción autista, percepción directa de que la realidad está hecha de procesos y relaciones antes de fijarse en las separaciones entre cuerpos, figuras, sentimientos, pensamientos, movimientos, individuos, mundo.

Por eso su principal enemiga es la creencia y la moral neurotípica, “capacitista”, que niega y desvaloriza la facilitación, la ayuda, las relaciones que todo ente necesita para existir, entronizando la ficción de un individuo independiente y autosuficiente: “Yo puedo solo”.

Encontrándose circunstancialmente con Bergson, James, Whitehead, Simondon, Deleuze y Guattari, Manning propone leer la experiencia como una “ecología de las prácticas” y una “coreografía”, una filosofía radicalmente procesual y relacional orientada a la experimentación artística y política.

El gesto menor - Erin Manning

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En este ensayo de entradas múltiples, que pasa por instalaciones artísticas, revueltas políticas, diseño de moda, arquitectura, danza, autismo, patrones climáticos, y hasta una estación de tren en hora pico, la filósofa y artista Erin Manning busca desarmar las formas establecidas de percepción y pensamiento para cultivar el valor experimental y creativo de lo incipiente, lo esbozado, lo precario, lo que está en proceso y solo existe relacionalmente.

El gesto menor es el nombre de esa incipiencia precaria que produce una variación, una diferencia, un giro en la experiencia. Está entonces en todas partes, todo el tiempo. No pertenece a un cuerpo ya formado y separado del ambiente, no es individual, intencional y volitivo, no es del pensamiento ni del movimiento separados, antecede a la frontera entre lo humano y lo no humano. Por eso es menor, casi imperceptible.

Por eso su principal aliada es la percepción autista, percepción directa de que la realidad está hecha de procesos y relaciones antes de fijarse en las separaciones entre cuerpos, figuras, sentimientos, pensamientos, movimientos, individuos, mundo.

Por eso su principal enemiga es la creencia y la moral neurotípica, “capacitista”, que niega y desvaloriza la facilitación, la ayuda, las relaciones que todo ente necesita para existir, entronizando la ficción de un individuo independiente y autosuficiente: “Yo puedo solo”.

Encontrándose circunstancialmente con Bergson, James, Whitehead, Simondon, Deleuze y Guattari, Manning propone leer la experiencia como una “ecología de las prácticas” y una “coreografía”, una filosofía radicalmente procesual y relacional orientada a la experimentación artística y política.

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